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La inmigración en España: del “récord histórico” al reconocimiento de una necesidad estructural

  • Foto del escritor: Elena Azorín
    Elena Azorín
  • hace 3 días
  • 5 Min. de lectura

Artículo de Sociedad escrito por Elena Azorín


Ayer por la noche, mientras estaba recogiendo la cocina, vi un vídeo de VisualEconomik titulado “Brutal RÉCORD de INMIGRANTES en ESPAÑA: 50% más de lo previsto”. Este es un canal que yo consumo mucho para estar informada. Y al igual que ellos sacan sus conclusiones y tienen sus reflexiones, yo saco las mías, y ahora las voy a presentar.



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En los últimos años, España ha batido récords de población gracias a la llegada de personas nacidas en el extranjero. En 2025 se ha superado la cifra de 49,4 millones de habitantes, de los cuales casi 9,8 millones han nacido fuera de España, lo que significa que uno de cada cinco residentes es de origen extranjero. Este aumento se percibe muchas veces en clave de alarma: presión sobre los servicios públicos, tensiones en el mercado de la vivienda o temor a una pérdida de cohesión social.


En el vídeo se subraya el aumento de los flujos migratorios, habla en términos de “récord” y de una entrada muy superior a las previsiones iniciales, y advierte de las implicaciones que esto puede tener para el empleo, las cuentas públicas o la convivencia. A la vez, el propio enfoque del vídeo reconoce un hecho incómodo pero central: España es un país envejecido y con muy baja natalidad, y sin inmigración su estructura económica y social se resentiría gravemente.


Partiendo de esta idea: la inmigración no es sólo un fenómeno inevitable, sino una necesidad estructural para España. Hay que tener en cuenta que la cura puede tener efectos secundarios que hay que subsanar. Por lo tanto, la acogida de inmigrantes exige políticas activas de integración y planificación.


El vídeo gira en torno a tres ideas principales. Primero, España encara un nuevo pico migratorio que supera con holgura las previsiones más recientes.

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Los últimos datos sitúan la llegada de inmigrantes hasta un 50 % por encima de lo estimado, alimentando la sensación de que el país ha perdido el pulso del fenómeno. Esa brecha entre proyecciones y realidad no solo cuestiona la capacidad de anticipación de las administraciones, sino que también instala en la opinión pública la idea de una gestión a remolque de los acontecimientos.



El desajuste se deja sentir en el terreno más sensible: los servicios públicos. Sanidad, educación y, muy especialmente, vivienda acusan la presión de un flujo continuo que se concentra en áreas urbanas ya tensionadas. En paralelo, el mercado laboral absorbe a marchas forzadas a los recién llegados, intensificando la competencia en segmentos de baja cualificación. Sindicatos y patronales reclaman, por motivos distintos, reforzar políticas activas de empleo y acelerar el reconocimiento de titulaciones para evitar bolsas de precariedad y economía sumergida.


Con todo, el propio debate admite una realidad demográfica incontestable: sin inmigración, España no mantendría su tamaño poblacional ni su actual estructura productiva. La combinación de envejecimiento acelerado y baja natalidad reduce la base de cotizantes y compromete el relevo generacional en sectores clave. En ese contexto, la llegada de trabajadores extranjeros no es solo un reto de integración, sino una pieza necesaria para sostener la actividad, equilibrar las cuentas públicas y atender a cuidados que el país demanda cada vez más.


La cuestión, por tanto, no es si España necesita inmigración, sino cómo la gestiona. Establecer una planificación realista, distribución territorial pactada, refuerzo de servicios y una integración laboral ordenada marcan la diferencia entre la percepción de descontrol y una política migratoria capaz de convertir la presión del corto plazo en oportunidad a medio y largo plazo.


El acierto del vídeo es que pone sobre la mesa esos datos “incómodos”: España envejece, los nacimientos caen y la inmigración está sosteniendo la población y el dinamismo laboral. Sin embargo, lo hace con un enfoque muy centrado en la alarma. Pero si queremos un futuro sostenible para nuestro país, conviene dar un paso más; analizar si, más allá de la impresión de desbordamiento, la inmigración es funcional y necesaria para el país.


Los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) y de BBVA Research son claros. En 2023, España registró 320.656 nacimientos, un 24 % menos que diez años antes y la cifra más baja desde 1941; la fecundidad se sitúa en torno a 1,12 hijos por mujer, muy por debajo del nivel de reemplazo generacional. Las proyecciones del INE hasta 2072 muestran que la población española sólo crecerá si se mantiene una entrada sostenida de inmigrantes: se estima llegar a unos 52,9 millones de habitantes en 2072, pero el crecimiento se debe casi por completo a la migración neta positiva. 


BBVA Research, a partir de estas proyecciones, cuantifica aún más el fenómeno: en las próximas décadas la población nacida en España disminuirá alrededor de un 16 %, mientras la nacida en el extranjero se multiplicará por 2,6, pasando de representar en torno al 15,8 % de la población a aproximadamente un 36,5 % en 2072. 


Es decir, en un horizonte de medio siglo, España será un país en el que más de un tercio de la población habrá nacido fuera. Esta no es una preferencia ideológica, sino la consecuencia aritmética de combinar tres factores: baja natalidad, alta esperanza de vida y necesidad de mano de obra.



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En otras palabras: sin inmigración, el riesgo no es sólo económico, sino de cierre literal de partes enteras del país.



Reconocer que la inmigración es necesaria no significa negar los problemas asociados a su gestión. Tanto BBVA Research como el Banco de España advierten de que, aunque la inmigración sea imprescindible para evitar un “invierno demográfico”, no resolverá por sí sola todos los retos de envejecimiento y puede generar tensiones si no se acompaña de buenas políticas públicas.  Los principales retos son los siguientes:

  1. Integración laboral: si los inmigrantes quedan atrapados de forma estructural en empleos muy precarios, con salarios bajos y alta rotación, se refuerza una segmentación del mercado laboral que también perjudica a la población nativa menos cualificada.

  2. Acceso a vivienda: la llegada de población a zonas donde ya hay presión inmobiliaria puede agravar problemas de precio o hacinamiento si no se desarrollan políticas de parque público, alquiler asequible y urbanismo equilibrado.

  3. Cohesión social y discurso político: la concentración de colectivos en determinados barrios o escuelas, sin políticas de integración, puede alimentar percepciones de “gueto” y discursos xenófobos, que a su vez dañan la convivencia.

  4. Reconocimiento de cualificaciones: muchos inmigrantes llegan con formación y experiencia profesional que no se reconoce plenamente, suponiendo una pérdida de capital humano para España y una injusticia individual.


Ahí es donde la lectura académica se separa un poco del dramatismo del vídeo: el problema no es tanto la cuantía del fenómeno, sino la calidad de la gestión. España necesita inmigrantes, pero debe evitar que esa necesidad se traduzca en una masa permanente de trabajadores de segunda categoría.


El vídeo de VisualEconomik pone el foco en un dato llamativo :“récord de inmigrantes”, “50 % más de lo previsto”, expresando una preocupación extendida: la sensación de que los flujos migratorios superan la capacidad de absorción del país.

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Esa inquietud no debe despreciarse; forma parte de la percepción ciudadana y, por tanto, del contexto político.


Los datos de INE, Banco de España, BBVA Research y FEDEA dibujan un consenso: con natalidad en mínimos y envejecimiento acelerado, el crecimiento demográfico de España dependerá casi por completo de la inmigración, que ya explica una parte sustancial del empleo y del PIB recientes y será clave para sostener el Estado del bienestar y reactivar áreas rurales. Así, la cuestión n

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o es “sí o no” a la inmigración, sino cómo gestionarla: o bien un flujo desordenado y precarizado, o bien uno regulado, con políticas de integración, acceso a vivienda, reconocimiento de cualificaciones y lucha efectiva contra la discriminación.


Si se opta por la segunda vía, España puede convertir ese “récord de inmigrantes” en una palanca de rejuvenecimiento demográfico, dinamismo económico y apertura social. Si se opta por la mera gestión reactiva, el discurso de alarma del vídeo acabará siendo una profecía autocumplida.

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